Castillo de los Mendoza

La Sede

La Sede

Después de la modificación de los estatutos de la Fundación Hospital de San Salvador y su subsiguiente inscripción en el Registro de Fundaciones de la Comunidad de Madrid, la hoy Fundación Casa del Infantado tiene su nueva sede en el castillo de los Mendoza, sito en la localidad de Manzanares el Real. Este castillo es un palacio-fortaleza del siglo XV​ que se encuentra en la falda de la sierra de Guadarrama y junto embalse de Santillana, obra esta última que patrocinara el XVII Duque del Infantado Don Joaquín de Arteaga y Echagüe para abastecer de agua y luz a los barrios del norte de la capital y que inauguró el Rey Alfonso XIII en 1907.

El origen del castillo se remonta al siglo XV cuando el I Duque del Infantado Don Don Diego Hurtado de Mendoza y de la Vega manda construir un castillo sobre una antigua fortaleza románica, con una iglesia que se integró dentro de su estructura.​ Hay investigadores, entre ellos Don Vicente Lampérez y Romea, arquitecto y restaurador, académico que fue en la Real Academia de la Historia, que a principios del siglo XX sostiene que Don Iñigo López de Mendoza, I Marqués de Santillana y padre del anterior mandó construir un castillo con un recinto que comprendió parte de la iglesia obedeciendo a una tradición antiquísima de que todo fuerte debía de tener una capilla o iglesia adjunta. Defiende Lampérez que la obra de Don Iñigo únicamente fue el cuerpo principal, cuadrangular torreado y el recinto exterior y que se levantó antes de 1445.

Desde el principio fue la residencia de los Mendoza, una de las casas mas importantes en Castilla durante el medievo y el Renacimiento. Antes del castillo actual, existía una primera fortaleza o castillo viejo, de estilo románico mudéjar, mas pequeña y de uso defensivo, cuya planta se sigue conservando cerca del actual.

El arquitecto que dirigió la obra fue Juan Guas (1430-1496), quien utilizó un estilo gótico Isabelino con influencias mudéjares y detalles renacentistas. Este mismo arquitecto es el autor del Palacio del Infantado (Guadalajara),​ obra posterior y clave de la arquitectura renacentista española.​

Presenta en general un buen estado de conservación por las sucesivas restauraciones, pero aun está sin restaurar la capilla, con un ábside románico en su día policromado. Fue declarado Monumento Histórico-Artístico, hoy Bien de Interés Cultural en 1931. Es propiedad de la Casa Ducal del Infantado.

Retrato decimonónico del arquitecto español Juan Guas (1430-1496)

Orígenes

Los orígenes del Castillo de Manzanares el Real se remontan a la Edad Media, en un contexto de disputas territoriales entre la Corona de Castilla y distintos nobles por el control del territorio conocido como El Real de Manzanares, lugar de gran riqueza forestal y agropecuaria. El paraje donde hoy se ubica era una zona estratégica entre Segovia y Madrid. El Rey Alfonso X el Sabio se lo arrebató a la ciudad de Segovia, incorporándolo al Real de Manzanares

En el siglo XIV el rey Juan I de Castilla concedió el señorío del Real de Manzanares a Don Pedro González de Mendoza, mayordomo del monarca, como premio por su lealtad. El hijo mayor de éste, Diego Hurtado de Mendoza (1367-1404), almirante mayor de Castilla, decide construir una primera fortaleza defensiva cuyos restos reciben hoy en día el nombre de castillo viejo de Manzanares el Real y del que se reutilizaron los materiales para acometer la construcción de una nueva residencia de los Mendoza.

Diego Hurtado de Mendoza (1367–1404) Almirante Mayor de Castilla

En el último tercio del siglo XV, Don Diego Hurtado de Mendoza, I Duque del Infantado, decide construir una nueva residencia mas suntuosa y defensiva, según Lampérez reformando, ensanchando y transformando la fortaleza construida por su padre antes de 1445, que simbolizara el poder de los Mendoza y su cercanía con la monarquía castellana de los Reyes Católicos. Mediante su testamento se conoce que la obra se inició en 1475:

“Mando a la Iglesia de Santa María de la Nava, que está cabe el castillo que yo fago en la mi villa de Manzanares, siete mil maravedíes de juro de heredad, (…) para que los religiosos de dicha iglesia sean obligados á decir y digan perpetuamente una misa cada día por mi ánima (…) y por las ánimas de los difuntos que en aquella iglesia están y estarán sepultados”.

El Castillo fue la residencia principal de los Duques del Infantado durante varias décadas hasta que a mediados del siglo XVI Don Iñigo López de Mendoza y Pimentel, IV Duque del Infantado, traslada su residencia al Palacio del Infantado en Guadalajara, quedando el castillo prácticamente deshabitado. Vino a continuación una situación de abandono agravada por pleitos entre herederos de la Casa de Mendoza.

En 1914 fue declarado Monumento Histórico-Artistico, acometiéndose una primera restauración a cargo de la Casa Ducal, reconstruyéndose ciertas estructuras, como el patio porticado, que estaba en muy malas condiciones.

En 1965, Don Íñigo de Arteaga y Falguera, XVIII Duque del Infantado, cedió el uso del castillo a la desaparecida Diputación Provincial de Madrid durante un periodo de 60 años, prorrogado posteriormente 15 años mas, con el compromiso de la restauración del monumento, continuando la Dirección General de Bellas Artes de dicha Diputación con las obras de consolidación y rehabilitación. El monumento fue abierto al público en 1977.

Con la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía en 1983, el conjunto fue traspasado a la Comunidad de Madrid, heredera de las competencias de la antigua Diputación.

En enero de 2025 el castillo revirtió a la Casa Ducal, una vez finalizado el contrato de uso suscrito con la antigua Diputación Provincial y posteriormente ampliado con la Comunidad de Madrid.

Descripción

El castillo se realiza en el último tercio del siglo XV, con el afán de transmitir una imagen de riqueza y poder. Los elementos arquitectónicos típicos de las fortificaciones tales como saeteras, merlones, aspilleras, fosos o barbacanas, se ponen al servicio de esta idea y quedan supeditados al concepto de mansión señorial, más acorde con las ideas prerrenacentistas de la época.​

El edificio toma el modelo de los castillos palaciegos de su tiempo y adopta una planta cuadrangular con torres cilíndricas en tres de sus esquinas mientras que la restante, situada en el ángulo sureste, está presidida por una torre más alta y cuadrada (aunque con remate octogonal), a modo de torre del homenaje. 

Está rodeado por una barbacana con saeteras adornadas con la cruz del Santo Sepulcro en reconocimiento al título de Cardenal presbítero de la Santa Cruz de Jerusalén que ostentaba Don Pedro González de Mendoza, el cardenal Mendoza.

Interiormente cuenta con un elegante patio porticado, dos galerías sobre columnas octogonales y una galería gótica en el primer piso, considerada una de las mas bellas de la arquitectura militar española.

A diferencia de la parte externa, de inconfundible fisonomía militar, el interior está concebido en seis plantas más sótano como un suntuoso palacio, con una sucesión de amplios salones, que se distribuyen en torno a un patio porticado, sustituto de los viejos patios de armas de las fortificaciones de siglos anteriores.

El patio es obra de Juan Guas, si bien fue reconstruido por completo a principios del siglo XX, según un proyecto del arquitecto y restaurador Vicente Lampérez.

La galería meridional, cuya disposición dominando el valle del río Manzanares indica la función contemplativa, a modo de gran mirador, con la que fue proyectada. Bautizada en el siglo XX con el nombre de Paseador o Galería de Juan Guas,[29]​ en referencia a su autor, consiste en una logia de arcos rebajados, con tracerías dobles ojivales y lobuladas. Está considerada como una de las galerías más relevantes del estilo gótico isabelino.

Para diferentes investigadores, los recursos empleados en el castillo fueron un ensayo de los utilizados posteriormente en el Palacio del Infantado, que Guas construyó en Guadalajara, igualmente por encargo de los Mendoza.

La capilla ocupa el nivel inferior del cuerpo oriental, el único tramo del castillo que no ha sido restaurado. Se conservan su ábside y arco presbiterial, ambos de estilo románico-mudéjar, correspondientes a la primitiva iglesia de Nuestra Señora de la Nava, del siglo XIII, sobre la que fue levantado el edificio. Además de estos elementos se mantiene en pie una arquería gótica de época posterior, a partir de la cual se configuran tres naves. Los arcos se soportan sobre pilares octogonales y son de medio punto al centro y apuntados a los lados.

Sobre la capilla había dispuestas varias plantas, hoy completamente derruidas, donde se distribuían diferentes dependencias, entre ellas la biblioteca.